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Triana, un barrio con mucho arte que se mira en el Guadalquivir

-Tú no me llores, Sevilla, porque le canto a Triana-, dice una sevillana de Ecos del Rocío. En nuestro paseo de esta semana por la capital de Andalucía, donde podremos alojarnos en un apartamento turístico con encanto, cruzamos el río Guadalquivir y nos adentramos en el barrio de Triana. Son muchos los encantos que tiene este lugar al que Los Romeros de la Puebla cantaban asegurando que -Triana es maravillosa viva Triana y olé / Viva Triana y olé, viva mi barrio de arte, que es donde yo me crie / Que vivan los trianeros, viva Triana y olé /Que me perdone Sevilla / Dueña de mil maravillas paraíso universal / Donde se ponga mi Triana que se quite lo demás-.

Aunque existían algunos núcleos de población en época romana, Triana empezó a surgir con su propia identidad allá por el siglo X, todavía bajo dominación musulmana, como un arrabal en torno a un castillo visigodo en la orilla del Guadalquivir opuesta a la ciudad de Sevilla, a la que no se uniría hasta el siglo XII a través del famoso Puente de Barcas, una estructura de tablones de madera colocados sobre trece barcas amarradas entre ambas orillas. Con la llegada de Fernando III el Santo el castillo fue conquistado, pasando a llamarse de San Jorge y siendo sede de la Inquisición, y el Puente de Barcas acabaría destruido.

Triana, un lugar con su propia identidad dentro de Sevilla, ciudad ideal para disfrutar de un alojamiento de calidad para toda la familia, cuenta con calles tan emblemáticas como la calle Pureza, Alfarería, San Jacinto, Castilla, Betis o las plazas de Santa Ana y del Altozano. Otro de sus grandes atractivos y quizás la imagen más internacional de este barrio sea el puente que lleva su nombre. Fue construido en el siglo XIX, se inauguró en 1852 y recibió el nombre de Isabel II, aunque todo el mundo lo conozca hoy en día como el Puente de Triana. Es la construcción de hierro de este tipo más antigua que se conserva en Sevilla e, inspirado en el puente Carrusel de París que cruzaba el Sena, es Bien de Interés Cultural y Monumento Histórico Nacional.

Junto a su Mercado de Abastos, que se ha convertido en un referente gastronómico de la zona, se hallaba el ya mencionado castillo de San Jorge, convertidos ahora sus restos en un museo de aquellos tiempos de oscuridad dominados por la Inquisición. Aquí penaron y murieron algunos de los monjes del monasterio de San Isidoro del Campo, germen de la Reforma en Sevilla, que hoy en día nos ofrece unos magníficos apartamentos turísticos en el centro de la ciudad.

Relacionado con el lúgubre castillo está el Callejón de la Inquisición, lugar por el que los condenados iban camino de la hoguera. Muy cerca del puente se encuentra la capillita del Carmen, una pequeña construcción diseñada por Aníbal González, autor de la conocida Plaza de España, en honor a la patrona de los marineros.

Adentrándonos en la calle Pureza vamos al encuentro de la Esperanza de Triana, una de las vírgenes más veneradas y aclamadas de la Semana Santa sevillana. Su templo es conocido como la Capilla de los Marineros. También merece una visita la iglesia de Santa Ana, considerada como la catedral de Triana. Para los amantes de la fotografía es obligado tomar instantáneas del skyline de Sevilla desde una calle Betis, muy vinculada al río al que los romanos llamaron Betis, llena de bares y restaurantes.

Dicen que Triana es arte. Vinculado, sobre todo a la cerámica y al flamenco. Su plaza de la Alfarería nos recuerda que en los talleres allí establecidos se fabricaron muchas de las piezas que decoraban buen parte de los patios sevillanos. Y el eco del cante, el toque y el baile en sus tabernas y casas de vecinos nos cuentan que allí nació buena parte de este estilo musical ligado a la numerosa población gitana que vivía en la Cava de los Gitanos.

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