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MUSEO DE BELLAS ARTES, ENTRE LAS GRANDES PINOTECAS ESPAÑOLAS

El Museo de Bellas Artes de Sevilla, donde nos alojaremos en un apartamento de lujo en el centro de la ciudad, es una de las grandes pinacotecas de España. Un espacio, ubicado en un edificio de gran vistosidad y con una portada deslumbrante que en su día fue el convento de la Merced, que acoge una extraordinaria colección de pintura barroca sevillana, especialmente de artistas como Zurbarán, Murillo y Valdés Leal, además de interesantes obras de la pintura andaluza del siglo XIX. También es referencia nacional e internacional en escultura, con nombres como Juan de Mesa, Pedro de Mena o Pietro Torrigiano; y en obras cerámicas.

Esta institución cultural, a solo un corto paseo de nuestro apartamento turístico en Sevilla, nace a raíz de una Real Orden de 16 de septiembre de 1835 como ‘Museo de Pinturas’, eligiéndose para su ubicación, entre varios edificios conventuales afectados por la desamortización de Mendizábal, el antiguo convento de la Merced, perteneciente a la Orden de la Merced Calzada de la Asunción, fundada durante la regencia de Fernando III por San Pedro Nolasco. Un edificio situado en la que fuera plaza de la Merced, que en la actualidad recibe el nombre de plaza del Museo. Sirva como curiosidad que en este convento fue residencia de Tirso de Molina cuando fue expulsado de Madrid por unas comedias ‘profanas’ que causaron gran escándalo.

Sus primeros fondos provienen de las obras de arte existentes en los conventos y en otras propiedades eclesiásticas sevillanas que pasan a poder del Estado. Sin embargo, en 1810, durante la invasión de la Península Ibérica por parte de las tropas de Napoleón Bonaparte, se produjo un importante expolio artístico del museo. Otro hecho curioso es el escaso número de obras que alberga de uno de los más grandes pintores de la historia nacido en Sevilla, Diego Velázquez, una vez que casi toda su producción artística está en Madrid o en el extranjero.

Será a partir del siglo XX cuando los fondos de la pinacoteca comiencen a crecer de manera considerable, tanto en su número como en la variedad de estilos y periodos. Buena parte del desarrollo de los museos en aquellos años se debe a la donación de notables colecciones de destacados personajes locales, tales como Rafael González Abreu o José Gestoso, y algunos años más tarde Andrés Parladé. Entre los objetos donados hay importantes obras pictóricas, pero también esculturas, armas blancas y de fuego, cerámica, tejidos, etc. Una tendencia que se ha mantenido a lo largo del siglo pasado permitiendo que se incrementara de manera notable el número de obras realizadas a comienzos del siglo XX por diferentes artistas locales.

Justo antes de entrar en el museo, al que no tardamos en llegar más de 5 o 10 minutos andando desde nuestro apartamento turístico de calidad en Sevilla ubicado en un edificio de Aníbal González, contemplamos en la plaza del Museo la estatua de uno de los más grandes pintores de la historia de Sevilla, Bartolomé Esteban Murillo. Una obra que cuenta con una réplica, ambas del mismo autor, frente al Museo del Prado de Madrid.

Esbozaremos ahora la primera propuesta de recorrido que hace el propio museo a sus visitantes. Centrada en las primeras cuatro salas, nos llevara del arte medieval al primer Naturalismo, previo a la llegada del Barroco. En la sala I descubrimos unas obras que tienen en común su falta de perspectiva, su sentido decorativo y su gusto por el detalle, el uso reiterado del dorado en los fondos y unas figuras de rasgos suaves y amables. La sala II nos transporta al siglo XVI, una época en que Sevilla se convierte en una de las ciudades más importantes del mundo gracias al comercio con América. Se produce entonces la llegada de numerosos artistas extranjeros, sobre todo italianos y flamencos. En este espacio están también dos obras maestras de El Greco.

En la sala III nos encontramos con la pintura de las últimas décadas del siglo XVI, en la que destacan autores como Luis de Vargas, formado en Italia; Luis de Vargas, quien revitaliza el panorama sevillano; y, desde una vertiente más teórica, Francisco Pacheco, una vez que en su taller se formaron artistas de la talla de Herrera el Viejo, Velázquez y Alonso Cano. Finalmente, en la sala IV tropezamos con obras que nos muestran una tendencia naturalista que terminará imponiéndose en la ciudad a comienzos del siglo XVII, con obras tan interesantes como ‘Santa Ana enseñando a leer a la Virgen’, de Juan de Roelas. Es en este espacio donde se hallan algunas de las obras tempranas de Velázquez y Alonso Cano, discípulos de Pacheco, que ya evidencian como los alumnos pronto superarán al maestro.

En el artículo de la próxima semana seguiremos nuestro recorrido por esta interesantísimo museo sevillano con una ruta por el paisaje desde los siglos XV al XX; nos detendremos en el cambio radical que para el arte supuso la llegada del siglo XIX; conoceremos el edificio y la decoración cerámica que alberga; daremos el salto al arte de la escultura, que si bien no alcanza en número a la pintura cuenta con piezas de una calidad excepcional; y finalizaremos visitando a los maestros del Barroco y elaborando una lista de aquello que no nos podemos perder.

Pero ya que estamos en la capital de Andalucía disfrutando de un apartamento turístico de vanguardia en el centro histórico de Sevilla, debemos aprovechar para, dando un tranquilo paseo acercarnos a conocer lugares como la catedral, que nos sorprenderá por su grandeza y por la bella esbeltez de su Giralda; los Reales Alcázares, residencia como su propio nombre indica de diferentes monarcas a lo largo de la historia en sus visitas a la ciudad; el Archivo de Indias, testigo principal del descubrimiento de América; y el barrio de Santa Cruz, la antigua judería de una Sevilla que se mira en el río Guadalquivir desde su Torre del Oro; y que cuenta con bellísimos edificios, una Plaza de España que parece ‘abrazar’ a quienes la visitan y un Parque de María Luisa que fueron emblema de la Exposición Iberoamericana de 1929.

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